Cuando ya se había convertido en el hombre más buscado
del planeta, el analista estadounidense Edward Snowden
se sentó junto a un par de periodistas y grabó con voz
tranquila una frase que podría ser un salmo del futuro. “La tecnología es el más grande ecualizador de la historia humana”.
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Al momento en que lo dijo, estaba oculto en la habitación de un hotel de Moscú,
a riesgo de ser capturado por haber revelado la mayor maquinaria
de vigilancia clandestina que haya existido jamás. En lugar de un
pedido de ayuda, era un mensaje sobre el verdadero sentido de la revolución digital. “Nos ayuda a adoptar nuevos rostros, entrar en nuevas comunidades, participar en nuevas conversaciones y descubrir
quiénes somos y en qué nos queremos convertir”. Snowden proclamaba una lucha contra los poderes que pretenden usar la tecnología
para decir si somos buenas o malas personas. “No son los gobiernos
quienes deben decidirlo. Somos nosotros”. Su modo de contribuir a
esa lucha fue convertirse en la mayor fuente periodística de todos
los tiempos.
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