martes, 28 de abril de 2009

Sabiduría indígena contra el cambio climático

Por Stephen Leahy

Los pueblos originarios, ancestralmente unidos a la tierra, han aprendido algunas lecciones útiles para frenar y soportar el cambio climático.



ANCHORAGE, Estados Unidos, 27 abr (Tierramérica).- Mientras los países industriales emiten crecientes volúmenes de gases de efecto invernadero, los pueblos originarios necesitan adaptarse a un clima cada vez más peligroso para sobrevivir.

A lo largo de la historia, las comunidades indígenas desarrollaron un gran arsenal de prácticas que hoy podrían servir para lidiar con el cambio climático.

“¿Por qué no darles un día de descanso a los automóviles y los aviones? Y luego, dos días de descanso. Eso reduciría la contaminación”, sugirió Carrie Dann, sabia de la etnia estadounidense de los shoshones occidentales.

Dann, ganadora del Right Livelihood Award 1993 --conocido como el Premio Nobel Alternativo-- por su activismo en la protección de sus tierras ancestrales, hizo el planteo ante unos 400 delegados reunidos del 20 al 24 de este mes en la Cumbre Mundial de los Pueblos Indígenas sobre el Cambio Climático, celebrada en Anchorage, en el noroccidental estado estadounidense de Alaska.

Dann sostuvo que es necesario curar la “fiebre” de la Madre Naturaleza. “Mi territorio se está volviendo muy caliente y hay muchos incendios en las praderas”, señaló.

En Australia, para prevenir incendios similares que en los últimos años devastaron grandes superficies y dejaron cientos de muertos, los aborígenes de Western Arnhem Land, en el Territorio del Norte, practican quemas tradicionales controladas.

Al impedir esos enormes incendios también se reducen las emisiones de gases invernadero. Y, por primera vez en el mundo, esos aborígenes han vendido a la industria créditos de carbono por 17 millones de dólares, generando un ingreso significativo a sus comunidades, según un informe presentado en Anchorage.

Siguiendo la tradición, luego de la temporada lluviosa los indígenas australianos aplican quemas controladas para crear barreras que luego, en la estación seca, actúan como cortafuegos de los incendios forestales.

Los fuegos descontrolados generan una gran cantidad de las emisiones de carbono de Australia. En los últimos años, muy pocos aborígenes pudieron seguir viviendo en la tierra o haciendo quemas controladas. Ahora podrían asumir un nuevo papel en el combate al cambio climático.

“El mundo tiene que prestar más atención a las opiniones de las comunidades indígenas y a la sabiduría del conocimiento ancestral”, sostuvo Sam Johnston, de la Universidad de las Naciones Unidas, copatrocinante de la cumbre.

En Asia, los pueblos originarios desarrollan diferentes variedades agrícolas y aplican distintos modelos de siembras, dijo en la conferencia Victoria Tauli-Corpuz, presidenta del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

También participan en la agrosilvicultura sostenible, la generación energética con biomasa y pequeñas centrales hidroeléctricas.

En la isla indonesia de Bali, los indígenas rehabilitan arrecifes y protegen manglares. En Filipinas, la población autóctona traza mapas de las aguas de sus tierras y desarrolla un plan de manejo integrado.

“Muchos hacen estas cosas por su cuenta, sin ningún apoyo”, destacó Tauli-Corpuz.

En Honduras, bajo el frecuente azote de huracanes, la etnia quezungal desarrolló un método agrícola para sembrar bajo los árboles, lo que permite que las raíces se aferren mejor al suelo y se reduzca así la pérdida de cultivos en los desastres naturales.

En Guyana, los pueblos indígenas adoptaron un estilo de vida nómade, trasladándose a zonas más forestadas en la estación seca, y ahora plantan mandioca (Manihot esculenta), su principal alimento, en planicies aluviales que antes se consideraban demasiado húmedas para la siembra.

En Belice, los agricultores están volviendo a prácticas tradicionales y trasladándose a terrenos más elevados, informaron otros delegados.

En África, los pigmeos baka, de Camerún sudoriental, y los bambendzele, de la República del Congo, han desarrollado nuevos métodos de caza y de pesca para adaptarse a una realidad con menos lluvias y más incendios forestales.

Aunque los pueblos originarios tienen una gran capacidad de adaptación y hay tratados y leyes internacionales que les garantizan su derecho al alimento y a sus formas de vida tradicionales, el cambio climático amenaza todo esto, dijo Andrea Carmen, de la etnia yaqui de Estados Unidos.

Cuando los jefes de las tribus de la sudoccidental provincia canadiense de Alberta declararon que había que poner fin a la explotación de las arenas petrolíferas, los ignoraron, enfatizó Carmen, directora ejecutiva del Consejo Internacional de Tratados Indios, una organización de defensa de los derechos indígenas.

La extracción de petróleo de las arenas alquitranadas es la principal razón por la que Canadá aumentó cuatro por ciento su contaminación climática entre 2006 y 2007 y está 33,8 por ciento por encima del compromiso de reducción de emisiones, que asumió por ser parte del Protocolo de Kyoto, en vigor desde 2005.

Pero los pueblos indígenas también observan con cautela acciones de gobiernos e industrias en respuesta al cambio climático, como construir granjas eólicas y plantas de biocombustibles, a menudo en sus tierras o en lugares donde los afectan, perjudicando su sustento, explicó Gunn-Britt Retter, del finlandés Consejo Saami.

“Contamos con los conocimientos tradicionales para soportar estos cambios climáticos, y necesitamos usarlos a fin de ayudar a nuestras culturas” a hacer lo mismo, dijo.

Los pueblos indígenas “debemos participar plena y efectivamente en los planos nacional e internacional para que nuestras culturas sobrevivan a estos cambios”, agregó.

Ya pasaron 17 años desde la primera reunión de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, destacó Sheila Watt-Cloutier, ex presidenta del Consejo Circumpolar Inuit.

“Debemos actuar rápidamente. Ésta es la última oportunidad de asumir el control”, dijo a los delegados por videoconferencia desde su hogar en Iqaluit, en la septentrional provincia canadiense de Nunavut. “El mundo necesita la sabiduría de nuestras culturas”, concluyó.

* El viaje de Stephen Leahy a Alaska fue financiado por la Universidad de las Naciones Unidas y Project Word, una organización no gubernamental sobre medios, con sede en Estados Unidos.

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