Aparece en la presentación de este coloquio una frase de M. Wolton que ha llamado especialmente mi atención por creer firmemente en el papel fundamental que atribuye a la cultura en la consecución de la paz, dice: "organiser la cohabitation culturelle est une des conditions de la paix". Fomentar esa convivencia pacífica entre las culturas de los países que conforman la Comunidad Iberoamericana de Naciones y potenciar el diálogo de ésta con otros espacios culturales es uno de los objetivos de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, conocida también por sus siglas OEI, Institución a la que represento.
Iberoamérica, al igual que la Francofonía, es fruto de la historia, de una historia que con encuentros y desencuentros comenzó a fraguarse hace mas de 500 años y que significó el establecimiento de una base cultural, lingüística, social y religiosa común, una identidad cultural en suma, que ha permitido una convivencia en paz, pese a las diferencias étnicas que muchos de sus países encierran, al tiempo que se han mantenido y desarrollado sus raíces precolombinas, llegando a nuestros días con una pujanza nueva, en la que la diversidad de sus culturas se valora como riqueza propia, con la que oponerse a la homogeneización predicada como una de las consecuencias negativas de la mundialización.
Pero si Iberoamérica es fruto de una larga historia, el concepto de Comunidad Iberoamericana de Naciones es, sin embargo, mucho más reciente. Su primer germen está constituido precisamente por la OEI, creada como organismo de cooperación técnica en el año 1949, un año después de la UNESCO. De entonces a acá ha venido desempeñando un papel articulador de este espacio en las áreas de su competencia, a través de intercambios de experiencias, debates, diálogos, fortalecimiento institucional, formación de formadores, etc. Seguramente no somos demasiado ajenos a que en la región se haya alcanzado la práctica universalización de la educación básica y una igualdad de sexo en el acceso a la misma. No obstante quedar aún mucho por hacer.
La primera vez que se utiliza la denominación de Comunidad Iberoamericana de Naciones es en el año 1985, pero su real desarrollo comienza a partir de 1991 con la celebración de la primera Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, que tuvo lugar en Guadalajara, México. Y como el camino se hace al andar, como diría nuestro poeta Machado, es a partir de ese momento cuando comienza la construcción de esa Comunidad pero pese a lo ambicioso de las declaraciones de los Presidentes no ha sido dotada de un soporte fuerte institucional hasta hace un año, con la creación de la Secretaria General Iberoamericana, que viene a dar el impulso de continuidad política del que parecían carecer esas Cumbres, ya que hasta ese momento su contenido mayoritario había estado centrado en el área de la cooperación.
Las Lenguas oficiales son el español y el portugués. Veintidos países conforman esta Comunidad, repartidos en dos continentes, diecinueve en América y tres en Europa: España, Portugal y la recientemente incorporada Andorra. Un dato característico de esta Comunidad es su continuidad en el espacio geográfico. En América cualquier viajero puede recorrer desde el Rio Bravo, al Sur de los Estados Unidos, hasta la Patagonia hablando un solo idioma, o en su caso dos, si atraviesa Brasil; en cualquier caso dos lenguas absolutamente próximas. En Europa los tres países se concentran en la Península Ibérica.
Se trata de una Comunidad culturalmente autoidentificada, que comparte valores y aspiraciones con otros espacios culturales y muy especialmente con la francofonia y la lusofonía, a través del establecimiento de una gran alianza, denominada "Tres espacios lingüisticos", iniciada a instancias, precisamente, de la Organización Internacional de la Francofonía y de la que además forman parte la Comunidad de los Países de Lengua Portuguesa y la Unión Latina.
Tres espacios que compartimos no sólo afinidades lingüisticas, sino también históricas y sociales, llamados a ejercer influencia en el reconocimiento de los derechos culturales universales, como ya se puso de manifiesto en el debate mantenido en torno a la Convención para la protección y promoción de la diversidad de las expresiones culturales, aprobada recientemente en el seno de la UNESCO.
Es una respuesta a la tradicional transfronteralidad, hoy inevitable mundialización, que al tiempo que establece estructuras de intercambio, debe establecer también unas reglas del juego que permitan el fortalecimiento de los rasgos distintivos de las culturas, junto con su desarrollo creativo.
Cada uno de estos espacios contiene a su vez, como Vds. saben bien, muchos otros espacios idiomáticos que pueden incluir a su vez variedades enraizadas en la identidad comunitaria.
Podría parecer un tópico, pero sin lugar a dudas es una realidad, que hemos ingresado en el siglo XXI viviendo un proceso de cambio en distintos órdenes: las nuevas tecnologías aceleran de un modo vertiginoso su avance, cambiando el concepto espacio-tiempo; las innovaciones científicas, el genoma humano, las células madre, la clonación; la internalización de la economía y la deslocalización de los mercados financieros, etc., todo ello contribuye y forma parte del complejo fenómeno denominado "mundialización", al que las culturas no sólo no le son ajenas, sino que además son un factor determinante del mismo.
Aun cuando existe una homogeneización en la producción y en el diseño de mercados de consumo, una distribución desigual y una serie de intercambios asimétricos entre Estados y regiones, en la apropiación y reapropiación de los objetos y significados que se efectúa cuando estos transitan de una sociedad a otra, se produce un desplazamiento tanto de la función como del significado. En ese tránsito el objeto se transforma y la cultura se presenta entonces asociada a la noción de "fuerza productiva".
Uno de los efectos o resultados de ese proceso de mundialización ha sido el desdibujamiento del Estado.nación en su concepción tradicional, con unas fronteras delimitadas en función de un territorio y una cultura nacional como factor de identidad. Hoy el concepto se ve superado por la necesidad de agruparse en bloques regionales y por los movimientos internos locales que reafirman su idiosincrasia de manera competitiva o complementaria, buscando el reconocimiento de su identidad propia. Ese reconocimiento que hace que en el decir de Eduard Delgado, al referirse a Iberoamérica exprese: "Hoy se habla de sociedad del conocimiento, pero en realidad es una sociedad que tiene como carencia el reconocimiento".
La articulación de la pluralidad necesita, pues, de un reconocimiento, pero también de una base de equidad para establecer lazos entre proyectos culturales y la realidad es que mientras predicamos la igualdad entre las personas, no sucede lo mismo con las culturas.
La lucha por la defensa y el reconocimiento de la diversidad es reciente.
Dice Martin Hopenhayn que el "boom" de la diferencia y la promoción del diversidad implica que muchos campos de autoafirmación cultural o de identidad que antes eran de competencia exclusiva de negociaciones privadas y de referencia "hacia adentro" de los sujetos, hoy pasan a ser competencia de la sociedad civil, de conversación "hacia fuera" y del devenir político y el devenir público de reivindicaciones asociadas. La ya citada Convención de UNESCO ha venido a dar el refrendo universal a esa lucha por la defensa de la diversidad y ahora, siguiendo sus principios debe adaptarse a espacios regionales. Por ello, respetándola, venimos trabajando respaldados por el mandato de la última Cumbre Iberoamericana, en la elaboración de una Carta cultural que responda a las necesidades de la Comunidad, salvaguardando sus derechos, con una concepción integral de la cultura.
Dice Martin Hopenhayn que el "boom" de la diferencia y la promoción del diversidad implica que muchos campos de autoafirmación cultural o de identidad que antes eran de competencia exclusiva de negociaciones privadas y de referencia "hacia adentro" de los sujetos, hoy pasan a ser competencia de la sociedad civil, de conversación "hacia fuera" y del devenir político y el devenir público de reivindicaciones asociadas. La ya citada Convención de UNESCO ha venido a dar el refrendo universal a esa lucha por la defensa de la diversidad y ahora, siguiendo sus principios debe adaptarse a espacios regionales. Por ello, respetándola, venimos trabajando respaldados por el mandato de la última Cumbre Iberoamericana, en la elaboración de una Carta cultural que responda a las necesidades de la Comunidad, salvaguardando sus derechos, con una concepción integral de la cultura.
Seguramente la mayor riqueza que Iberoamérica puede ofrecer al mundo es su gran diversidad, que encierra al tiempo una gran originalidad, ya que no constituye un conjunto de culturas yuxtapuestas, sino un sistema integrado, tal vez el más integrado del planeta, con un equilibrio entre unidad y diferencia que significa un vigoroso factor de dinamismo y creatividad, fruto de un profundo proceso de sincretismo y mestizaje cultural. Su potencialidad no se encuentra en concebirlo como homogéneo, sino en hacer visibles las diferentes tradiciones que lo componen. Su unidad geográfica transnacional sólo es válida cuando expresa su pluralidad interna. Sus expresiones culturales ya no pueden confinarse al terreno de las señas locales, puesto que han sido redefinidas por los procesos de mundialización de la cultura.
Hemos puesto, pues, el acento en su diversidad como riqueza, pero hemos pronunciado también la palabra "equidad" y aunque ha sido refiriéndonos a "equidad cultural", queremos ahora destacar la falta de equidad social como la mayor debilidad para incorporarse a ese proceso de mundialización. No estamos hablando ahora de toda Iberoamérica, sino de muchos de los países del otro lado del Atlántico, que identificamos como América Latina. Y aquí bien podemos decir que son países distintos y distantes, con economías y desarrollos diferentes, no sólo entre ellos, sino también al interior de los mismos.
Esta diferencia interna es la que le ha valido el triste record de ser definida por la CEPAL como la región más inequitativa del Planeta. Una tercera parte de sus 450 millones de habitantes son pobres, viven con menos de dos dólares por día y de ellos algo más de la mitad viven en la pobreza extrema, con menos de un dólar por día.
A pesar de los profundos cambios ocurridos en los siglos XIX y XX muchos de estos países luchan todavía por lograr un desarrollo económico, controlar la violencia, erradicar la miseria y mejorar la calidad de vida de sus poblaciones. Para entender esta situación tendríamos que retrotraernos a los años 80, con la crisis de la deuda, con repercusiones muy graves en los sectores sociales, entre ellos el educativo y desde luego el cultural. El llamado "consenso de Washington" en los años 90, no sólo no mejoró la situación, sino que ahondó más las brechas existentes, aún cuando por lo menos consiguió que se accediera al siglo XXI con unas democracias consolidadas y una estabilización monetaria.
Para revertir esta situación Martin Hopenhayn marca una serie de pautas que deberían seguir los Gobiernos al interior de los países, asumiendo el multiculturalismo como una realidad y como valor, actuando de forma proactiva no sólo con políticas no discriminatorias en el campo cultural, sino además con políticas de acción positiva hacia quienes antes estuvieron discriminados por razón de su raza, minoría étnica, sexo, edad, etc. completadas con políticas sociales y con una política fiscal justa, proporcional y distributiva, de la que algunos de estos países carecen.
Promover la equidad con el apoyo a la afirmación de la diferencia, junto con la satisfacción de necesidades básicas y cauces para disfrutar los derechos sociales. Una agenda proactiva que trasciende el ámbito de las políticas culturales que debe incidir en:
- Educación, con programas bilingües en zonas donde el español o el portugués no constituyen la lengua materna. Con elevación de la calidad de los sistemas educativos públicos.- Comunicación a distancia, promoviendo el acceso a las nuevas tecnologías de los pueblos indígenas o afrolatinos, no sólo porque les permita el acceso a la sociedad del conocimiento, sino porque además facilite el organizarse y comunicarse. En este aspecto fue bien sintomático el papel que internet jugó en la organización de los movimientos de Chiapas.- En relación con el empleo y el trabajo donde los indígenas, migrantes y afrolatinos, enfrentan una situación de clara desventaja.- En el campo de la salud conseguir que los servicios sanitarios sean no sólo más accesibles a estas poblaciones, sino además que se adapten a sus especiales necesidades, reconociendo y aceptando su famarcología tradicional.
Como complemento a las acciones de los Gobiernos, la Comunidad Iberoamericana además de acompañar estos procesos, asume también un papel proactivo en el desarrollo de la región, por medio de los llamados Programas Cumbre, entre los que en el ámbito cultural queremos destacar el denominado Ibermedia que ha representado un impulso fortísimo al desarrollo de la industria cinematográfica. En el ámbito educativo dos grandes programas se encuentran en fase de diseño:
El Programa Iberoamericano de Alfabetización, que tomando como base los que en muchos de los países se están desarrollando, promueve la erradicación total del analfabetismo para el año 2015, buscando incorporar a la vida social y laboral a quienes hasta ahora estuvieron excluidos.
El desarrollo de un espacio iberoamericano del conocimiento, con la potenciación de la educación superior y la innovación científica y tecnológica.
Con todo ello esperamos y deseamos que la voz de la Comunidad Iberoamericana de Naciones encuentre su potencia comunicativa para que como lo expresara Gabriel García Márquez en su discurso de aceptación del Premio Nobel "las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra"
Muchas gracias.
María del Rosario Fernández Santamaría
Es Licenciada en Filosofía y Letras, especialidad Psicología, por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Dirección y Gestión Función Pública. Pertenece al Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado. Desde 1999 es la Secretaria General Adjunta de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI). Ha desempeñado diversos puestos de gran responsabilidad en el Ministerio de Educación y Ciencia de España, entre ellos el de Subdirectora de Cooperación Internacional.
Ha impartido numerosos cursos en Universidades y en distintos ámbitos europeos e iberoamericanos y ha participado y presentado ponencias en numerosos Congresos, Conferencias Internacionales (UNESCO, Unión Europea, Convenio Andrés Bello, Consejo de Europa …) en representación de la OEI y en su momento del Gobierno de España.
Ha sido miembro de numerosos Consejos, Comités, etc. de la Unión Europea, Convenio Andrés Bello, UNESCO, en especial del grupo de trabajo de seguimiento “Foro Mundial Educación para Todos” y Comisiones de Coordinación y Seguimiento de los Programas de Alfabetización.
Ha recibido distinciones honoríficas del Ministerio de Educación y Ciencia y de los Ministerios de Defensa y de Asuntos Exteriores de España.
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