“El enemigo principal, ¿cuál es?
¿La dictadura militar? ¿La burguesía boliviana? ¿El imperialismo? No,
compañeros. Yo quiero decirles estito: nuestro enemigo principal es el miedo. Lo
tenemos dentro”.
(…)
—Muy bien, hablaremos
de las dos. Pero, si me permite, voy a empezar. Señora, hace una semana que yo
la co-nozco a usted. Cada mañana usted llega con un traje diferente; y sin
embargo, yo no. Cada día llega usted pintada y peinada como quien tiene tiempo
de pasar en una peluquería bien elegante y puede gastar buena plata en eso; y,
sin embargo, yo no. Yo veo que usted tiene cada tarde un chofer en un carro
esperándola a la puerta de este local para recogerla a su casa; y, sin embargo,
yo no. Y para presentarse aquí como se presenta, estoy segura de que usted vive
en una vivienda bien elegante, en un barrio también elegante, ¿no? Y, sin
embargo, nosotras las mujeres de los mineros, tenemos solamente una pequeña
vivienda prestada y cuando se muere nuestro esposo o se enferma o lo retiran de
la empresa, tenemos noventa días para abandonar la vivienda y estamos en la
calle. Ahora, señora, dígame: ¿tiene usted algo semejante a mi situación?
¿Tengo yo algo semejante a su situación de usted? Entonces, ¿de qué igualdad
vamos a hablar entre nosotras? ¿Si usted y yo no nos parecemos, si usted y yo
somos tan diferentes? Nosotras no podemos, en este momento, ser iguales, aun
como mujeres, ¿no le parece?' (…)
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