LA GLOBALIZACIÓN ECONÓMICA y las
telecomunicaciones han contribuido a producir una espacialidad urbana que
depende de redes desterritorializadas y transfronterizas y de localizaciones
territoriales con concentraciones masivas de recursos. Este no es un aspecto
completamente nuevo. A través de los siglos, las ciudades han estado en la
intersección de procesos de escala supra-urbana e incluso intercontinental.l Lo
que ha cambiado es la intensidad, la complejidad, el alcance global de esas
redes, y la facilidad con la cual significativas porciones de las economías son
ahora desmaterializadas, digitalizadas y, por ende, los datos económicos pueden
viajar a gran velocidad a través de esas mismas redes. Nuevo también es el
creciente uso de redes digitales por parte de organizaciones de territorios
locales, generalmente muy depauperados, para llevar a cabo una variedad de
iniciativas políticas tanto intra como interurbanas. Todo esto ha implicado un
aumento en el número de ciudades que forman parte de redes transfronterizas,
que generalmente operan a gran escala geográfica. Bajo estas condiciones, mucho
de lo que experimentamos y representamos como «lo local» resulta ser un
microambiente de alcance global.
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