(…)
¿Tenemos
todo prohibido, salvo cruzarnos de brazos? La pobreza no está escrita en los
astros; el subdesarrollo no es el fruto de un oscuro designio de Dios. Corren
años de revolución, tiempos de redención. Las clases dominantes ponen las
barbas en remojo, y a la vez anuncian el infierno para todos. En cierto modo,
la derecha tiene razón cuando se identifica a sí misma con la tranquilidad y el
orden: es el orden, en efecto, de la cotidiana humillación de las mayorías,
pero orden al fin: la tranquilidad de que la injusticia siga siendo injusta y
el hambre hambrienta. Si el futuro se transforma en una caja de sorpresas, el
conservador grita, con toda razón: «Me han traicionado».
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