jueves, 9 de abril de 2009

“El placer de transforma el mundo”

Hablan los Matterlart:


Este texto es un fragmento de la entrevista que Mario Kaplún realizó (en abril de este año) a Michelley y Armand Mattelart. Ambos son muy conocidos en América Latina por sus estudios y prácticas sobre comunicación. Entre sus textos están “Para leer al Pato Donald (Con Ariel Dorfman); La televisión y los sectores populares (Michelle y M. Piccini).
EL PEROGONERO lo publica como parte del necesario debate sobre la comunicación que hace falta en nuestro medio. Invitamos a rebatir, enriquecer, dialogar, complementar sobre sus puntos de vista.

Libertad entre comillas

Creo que el ejemplo es claro. Volvamos ahora al paradigma dela libertad del consumidor. Considero muy importantes esclarecer bien la posición de ustedes al respecto: precisar el alcance que le atribuyen a esa libertad de lectura del receptor. ¿Consideran ustedes –porque es así como lo están postulando algunos autores- que ésta es de tal dimensión que lo hace autónomo frente a los mensajes de los medios masivos?

Michelle.- Oh. No, esas son visiones totalmente idealistas. Y están siendo totalmente revisadas, separadas. No se puede hablar de autonomía del receptor. Eso sería un error…
Armand.- … un error sociológico…
Mich.- … un error sociológico magistral.
Arm. (corrobora): ¡Magistral!

Les hice la pregunta porque un término que tú, Michelle, emplea en el curso de esta conversación, el término apropiación, está siendo entendido así por no pocos docentes latinoamericanos: como autonomía del receptor.

Mich.- Acepto muy bien ese término porque involucra al receptor, le reconoce un papel en el proceso comunicacional. Pero sin olvidar nunca que ese proceso se da siempre dentro de una determinada formación social y de una determinada formación discursiva.

¿Así pues…?
Mich.- Así pues, frente a la propuesta que hace el medio a su capacidad de entendimiento y a su imaginario, el receptor no puede producir cualquier sentido. Recuerda que, cuando te habalaba de la libertad de lectura del receptor, puse esa palabra “libertad” entre comillas. Para emplear expresiones de Foucault, el receptor está inscrito en una formación social y una formación discursiva. Y su inserción en ese espacio social determina…(se interrumpe). Pero no: el verbo determinar no será el adecuado, porque estaríamos cayendo otra vez…
Arm.- … en un determinismo.
Mich.- …y eso es lo que hay que evitar, erradicar. No, no se trata de un determinismo. Pero, sin embargo, es preciso reconocer las determinaciones. Foucault mostró muy bien que no se puede interpretar de cualquier manera lo que viene propuesto por actores sociales. Y los medios también lo son: ellos también son actores que hablan el lenguaje que el receptor ha aprendido y suministran y transmiten unas imágenes que tienen una significación dadas en un medio social dado y un transfondo imaginario dado. En ese contexto, hay que rescatar el espacio social como memoria cultural colectiva.
Si observamos bien, es también así, en función de ese contexto, cómo operan los géneros de la cultura masiva. Los géneros hablan a receptores que habitan en una formación social y cultural particular, que están insertos dentro de una información discursiva determinada. Y que descodifican, semantizan y resemantizan en función de su libertad individual, de su propia historia personal, de su personalidad propia, de acuerdo; pero también, al mismo tiempo, en función de su inscripción en un espacio social global, que envuelve simbologías, lenguajes, géneros y formas expresivas comunes.
Arm.- Pienso que el problema consiste en evitar por igual los dos polos: uno, el polo determinista, que nos viene del conductismo o del funcionalismo, tanto sea éste de derecha o izquierda; y el otro polo, el de las teorías relativistas. Y es preciso navegar entre ambos sin caer en ninguno de los dos. Si postulamos la total autonomía del consumidor, estamos –querámoslo o no- aliándonos con el mito noeliberal. Y ese mito tiene efecto perverso. Si afirmamos que todo el mundo tiene libertad para leer Dallas como quiere, que todo el mundo lee Dallas a partir de su propia cultura y ésta finalmente le produce un sentido que no es el querido y previsto por los emisores, ¿qué objeto tiene el estudiar e investigar el proceso de producción de esa teleserie (estudio que, no obstante, sabemos necesario, ineludible)? Y, sobre todo –efecto aún más perverso- ¿para qué esforzarse en buscar alternativas que potencien una identidad cultural propia?
Y te diré que no estoy hablando de imaginarios fantasmas sino de algo muy real. Hoy en día, uno puede ver y comprender en el campo internacional el surgimiento de un conjunto impresionante de estudios liderados por los viejos funcionalistas –un Katz, un Sala Pool-, que insisten en enfatizar y absolutizar ese proceso de resemantización que hace el receptor. Y nos dicen, entonces: “Pero los argentinos, los israelíes, los javaneses, tienen todos maneras propias y distintas de leer Dallas”. ¿Consecuencia? Claro está: vista así Dallas deja de ser problema.
- Más aún: Dallas como tal ya no existe
Arm.- ¡Ahí está la trampa! ¿Por qué nos interesamos en la fenomenología de la recepción de los mensajes, por qué esa vuelta nuestra sobre el consumidor? Es, sobre todo, para imaginar y proponer otras formas de producción y de programación. ¡Para sustituir Dallas! De no ser así, ¿de qué nos sirve el mirar y sorprendernos frente a los descubrimientos que esta vuelta al receptor nos depara?

- Sería un puro y pasivo contemplar.
Arm.- ¡Exactamente! No: tras esa nueva actitud del investigador hay –tiene que haber- un proceso de interrogación, de búsqueda de alternativas. La mayor parte de los países del Tercer Mundo que se interrogan sobre los modos de consumo, inscriben este interrogante dentro de otros mayores: ¿cómo podemos resistir finalmente a la hegemonía de los productos que dominarán en el mercado (tales como los telefilmes japoneses de animación, las películas norteamericanas de entretenimientos, etc.)? Y es por eso y para eso que se ve importante el conocimiento del consumidor: es por eso y para eso que vale la pena profundizar en el fenómeno de la recepción.
Bien está, entonces, ese retorno al consumo; pero siempre que lo ubiquemos dentro de problemáticas más amplias. De no ser así, lo que estaríamos justificando y legitimando sería una política de brazos cruzados, una política de laissez faire…
Mich.- … Una actitud… cómo decirlo… paralizante…

- Desmovilizadora.

Arm.- Justamente, una política desmovilizadora frente al problema capital, que sigue siendo: ¿qué hacemos como producción?

La tentación populista

- Es por eso ¿ves, Armand?, que a muchos trabajadores latinoamericanos de la comunicación nos está preocupando la difusión de estas corrientes en sus formas más simplistas; la cantidad de adeptos que están conquistados entre los docentes de la comunicación. Incluso estamos sintiendo su efecto desmovilizador entre grupos promotores de comunicación popular.

Mich.- Oh, sí te comprendo bien.
Arm.- Les preocupa con toda razón. Le neoliberalismo termina siendo finalmente una forma de populismo. El neoliberalismo es populista: cuando apela a esa supuesta total libertad del consumidor, lo que está propugnando es un populismo de mercado. Por eso, es preciso tener mucho cuidado; estar muy alerta frente a la ambigüedad de este cambio. Recibirlo como una ruptura extraordinariamente positiva el interior de las teorías críticas; pero sin olvidar en ningún momento que con esa alegada libertad del consumidor también trabaja el otro. Y trabaja con un objetivo muy diferente: el de reestructurar y perpetuar una relación de fuerzas desiguales.
Mich.- De ahí que te dijera que este nuevo paradigma hay que vivirlo en tensión. Ciertamente, debemos celebrar como un logro el que se estén reenfocando en forma más justa los procesos de interacción que se dan entre los mensajes masivos y los grupos que los recepcionan. Por ese lado, se ha avanzado: se ha conseguido una reubicación más satisfactoria. Pero, al mismo tiempo, existe un riesgo: el de determinar absolviendo…
Arm.- … Disculpando…
Mich.- … una relación de fuerzas desigual, por la cual las mayorías con condenadas a ser libres pero solamente a nivel de consumo y nunca a nivel de producción.
Arm.- Es un problema clave.
Mich.- Y, sin embargo, no se puede negar que ahora el enfoque metodológico es más justo. Debemos reconocer que en el pasado se cometieron muchos errores.
- Se cayó en mucho mecanicismo.
Mich.- Eso: en mucho mecanicismo. No porque un cierto grupo étnico vea Dallas, adoptará necesariamente los comportamientos de los personajes de Dallas. Es bueno tomar conciencia de los enormes impases en los que se incurrió con aquel enfoque metodológico lineal y simplista.
Arm.- Es claro. No porque vea Dallas va a salir con la cabeza agringada.
- Pero, ¿no cabría- lanzó, a modo de vuelta de tuerca, una hipótesis provocativa- platearse la interpretación inversa: que si ese grupo disfruta con Dallas, si la ve con fruición y adhesión, es porque ya tenía una cierta afinidad, un cierto consenso con los valores sobre los cuales la serie está construida?
Mich.- (ríe) –Oh, no entro en tu provocación.
Arm.- te respondería con otra “hipótesis provocativa” que se va un poco en la misma dirección que la tuya y que es una realidad en las actuales estrategias de las grandes agencias transnacionales de publicidad. Estas empresas –que, ellas sí, se pasan estudiando y escudriñando al consumidor- han llegado actualmente a la conclusión de que lo que ellas llaman el grado de alfabetismo audiovisual de las poblaciones del mundo, ha cambiado drásticamente en los últimos diez años.

Consecuentemente, para producir sus piezas publicitarias, se plantean la necesidad de tomar en cuenta toda esa acumulación de experiencia televisiva, todo ese grado de alfabetismo audiovisual al que han accedido los telespectadores de las más diversas culturales y latitudes. Así, a su estrategia para aumentar las ventas de los productos que publicitan, han incorporado ese nuevo dato: hay que saber trabajar con la memoria constituida a través de los años por la cultura de masas.
Eso no se traduce necesariamente en una nueva personalidad constituida; pero sí es verdad que en los públicos populares de hoy, hay una nueva memoria; una memoria que hace que un telespectador, ante un spot publicitario, lo lea de una manera en que lo no hubiera leído diez años atrás. Hay un acostumbramiento, un nuevo sistema de identificación de símbolos; nuevos códigos que se han incorporado.
Vivimos en sociedades en las que por muchos años la cultura de masas ha hecho enormes inversiones. Y ella hoy recoge sus réditos. ¿Pruebas? A un niño nicaragüense de hoy, no le gustan, no le atraen, los dibujod animados que vienen de los países del Este; sino que reclama y necesita el ritmo, el tiempo rítmico, de las series animales japonesas y norteamericanas.
Creo que esta comprobación forma parte de una respuesta a la hipótesis que planteabas. Sin por ello sostener que, a causa de esa tendencia o preferencia, los niños nicaragüenses van a salir necesariamente con las cabezas agringadas, estamos obligados a reconocer y tomar en cuenta la percepción del tiempo que ha impreso la cultura de masas.

- ¿Qué clase de placer?
- Ya en tres de recapitulación: comenzábamos este diálogo evocando aquella lectura ideológica que la corriente crítica hacia de los mensajes y que ahora, a lo largo de toda esta conversación, apareció vista por ustedes como una lectura limitada, reductora de los fenómenos de la comunicación. No obstante, siempre en este balance de comunidades y rupturas, ¿piensan que algo de esa lectura ideológica mantiene su vigencia?
Mich.- Ciertamente, creo que sí. Lo que se ha fracturado es aquella postura estructuralista que hacía el intelectual el depositario de las claves del sentido. Es preciso romper definitivamente con aquel postulado; asumir que los receptores también son dueños de los códigos (aunque aún a ese calificativo de dueños hay que matizarlo bastante: ya hemos visto que en los códigos y en los modos de recepción hay determinaciones sociales que actúan e imprimen su sello).
Sin embargo, a la luz de este nuevo paradigma del placer, el investigador debe preguntar si una parte de este placer no involucraría finalmente una adhesión a la ideología de estos productos de la cultura de masas. Es decir, que yo retomaría la lectura ideológica y la rescataría a la luz de este nuevo dato del placer. Este placer, ¿Conlleva una adhesión a la ideología reaccionaria que articula los mensajes de la cultura de masa?

- Es una pregunta o una afirmación?
Mich.- Una pregunta; pero avalada y cimentada por experiencias que vivimos –en forma embrionaria e incipiente aunque muy rica e intensa- en el Chile de los años de la Unidad Popular, en las que comprobamos que resultaba extremadamente difícil dar un contenido liberador a los formatos de a cultura de masas, invertirlos el signo. Pareciera que la fascinación que estos géneros ejercen, viene fuertemente ligada a unos contenidos que, si no podemos tal vez calificar exactamente de reaccionarios, es preciso al menos ideológicas.
(-Vaya! -me digo-. Entonces, Michele está bastante cerca de validar aquella “hipótesis provocativa” que lancé momentos antes y que ella pareció rechazar de plano. Pero no alcanzo a señalárselo porque ya interviene Armand con otro pronunciamiento relevante).
Arm.- Yo creo que es preciso puntualizar que un efecto perverso de este paradigma centrado en el consumidor, puede ser el de hacer olvidar la importancia de seguir teniendo una preocupación por el producto.
Si es cierto que el método estructuralista de la que llamaríamos la primera generación lingüística –aquella que pensaba que sólo un científico podía hacer esa lectura ideológica- mostró sus límites y hace que está superada, es importante rescatar también que existen nuevas corrientes, incluso dentro de la misma Lingüística, que están tratando de articular emisor, receptor y texto (o producto).
Entonces, pienso que no hay que caer en las modas. Todas las problemáticas anteriores siguen vigentes. La problemática de la ideología, sigue vigente. (Subrayado de Armand: lo marca la inflexión enfática que imprime a estas fases). Lo que ha cambiado es el paradigma para analizar su modo de funcionamiento.
Lo que es importante hoy en día es reivindicar el análisis de los sistemas de comunicación a partir de diversas entradas, de múltiples ángulos, de variadas disciplinas: la Economía, la Antropología, la Sociología Política, etc. Incorporar asimismo el hecho de que la noción de comunicación se halla cada vez más imbricada en las ciencias físicas, en las ciencias del medio ambiente, en las ciencias de la vida. Estos son nuevos retos que no conocíamos hace apenas diez años.

- La respuesta de Michele me lleva a una nueva pregunta.
(Los veo extenuados. Me siento un desalmado. Por eso:) Y les prometo que sería la última.

Mich.- (con su más dulce sonrosa pero con contundente firmeza) –Sí. Ciertamente va ser la última.

(En mi mente, cinco, diez preguntas posibles se disputan la preferencia. Tengo que optar por una. Las respuestas me harán ver que no escogí tan mal).

Mich.- (se queda un momento pensativa. Luego:) –Puede ser… el placer de la miseria.
- ¿A ver?
Mich.- El placer … Es un punto difícil… un tema de interrogación… el placer que procura la televisión… oh, me parece que voy a salir malparada de esta pregunta. ¿De veras tienes que planteármela?

- No, no es imprescindible, claro. Pero, es un tema de sospecha, ¿no te parece?

Mich.- Es la noción misma de placer lo que habría que discutir. El placer de consumir televisión… Es un placer. Pero un placer miserable. Es lo que dice Pasolini: “sí, es una placer, pero, ¿de qué clase de placer se trata?”
Arm.- Digamos, por lo menos, que no es ciertamente el placer a que aspiraba Brecht cuando hablaba del placer de transformar en mundo.
Mich.- Oh, no, es más bien el placer de conservarlo tal cual. El placer de olvidar por un momento la miseria.

(Ya en el mismo camino de regreso tuve que enfrentar los reproches de todas las preguntas importantes que la escasez de tiempo y la fatiga de los Mattelart –y acaso también mi propia limitación- dejaron sin poder ser formulados.
Con todo, creo, con las que alcanzaron a plantearse, hay materia más que suficiente para una reflexión y una discusión en torno a los nuevos paradigmas y a las perspectivas de ruptura y continuidad hoy más necesaria que nunca).

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